Columna de Miguel Peirano, CEO de la Cámara Argentina de Energía, en Diario Clarín

El análisis de las perspectivas de mediano plazo del país abre un contraste de oportunidades y dificultades a partir de desafíos que enfrentamos como Nación. Un claro ejemplo en el largo plazo es el elevado nivel de obligaciones por el pago del endeudamiento que debemos afrontar durante la próxima década, en un marco de necesidad disminuir la pobreza y la caída de poder adquisitivo.

Nuestro futuro dependerá de la capacidad para tomar decisiones acertadas teniendo en cuenta, no sólo a nuestras posibilidades, sino también considerando la evolución de un escenario internacional, complejo y variable, que inevitablemente provoca un fuerte impacto sobre la economía argentina.

Entre las oportunidades que tiene nuestro país resaltan recursos tales como los agro alimentos y la energía por su importancia estratégica a nivel mundial.

Si se analizan los aspectos propios de la realidad energética, es claro que Argentina tiene una enorme oportunidad para desarrollar la exploración, producción, refinación y comercialización de gas natural y petróleo.

Los ejes estratégicos en los que se basen las políticas del sector deben permitir consolidar una matriz energética sólida y sustentable que, no sólo permita volver a alcanzar el autoabastecimiento, sino también recrear el escenario virtuoso de más inversiones, aporte de innovación y tecnología, desarrollo de proveedores locales con alcance federal y generación de empleos calificados.

Se han tomado decisiones acertadas en ese sentido, lo que es un paso adelante en la dirección correcta. De todos modos, el potencial del sector nos debe estimular para alcanzar, en un plazo razonable, un nivel de producción y de actividad muy superior al actual.

El sector energético está demostrando un proceso de crecimiento que pone de manifiesto el potencial de los recursos, el desarrollo tecnológico y los niveles de inversión de empresas nacionales y multinacionales.

En Argentina, además de la puesta en valor de los recursos convencionales, se suma la oportunidad histórica que brindan los recursos no convencionales y el offshore. Argentina tiene todas las condiciones para ser un exportador neto de energía.

Las proyecciones para la próxima década muestran que la industria energética, junto a otras actividades económicas, pueden generar un saldo favorable en las cuentas externas que modifiquen los escenarios de restricciones de divisas y permitan favorecer la estabilidad macroeconómica.

También es clave el nivel de abastecimiento que puede lograrse a precios competitivos al mercado local y que abren una oportunidad para el desarrollo de la industria nacional y el valor agregado local a los recursos.

Para lograr estos objetivos, debemos tener un marco fiscal y financiero estable, que permita la llegada de inversiones de largo plazo y a gran escala.

Existen principios básicos para el desarrollo del sector.

Un capítulo central es el libre acceso a divisas que posibilite el financiamiento necesario para el desarrollo de los proyectos y el repago de las inversiones. El sector va a generar un fuerte superávit comercial e ingresos de divisas por inversiones. Por ello, el acceso a divisas debe ser una regla de juego natural, permanente. Así como es obvio que existen limitaciones por dificultades macroeconómicas, es claro que el sector tiene potencial para que su aporte neto no sólo abastezca de las divisas que se requieren sino para mejorar la ecuación global.

Restringir al sector termina siendo negativo en la ecuación global por el costo de oportunidad que tenemos como país. Debemos ser conscientes que la industria compite a nivel mundial para atraer inversiones. Vaca Muerta, la plataforma continental argentina y los yacimientos convencionales sólo tendrán valor en divisas, regalías y puestos de trabajo si se pueden caracterizar como reservas probadas con capacidad de poder ser comercializadas en el mercado internacional con sus respectivos valores de referencia.

También es esencial que los precios de la cadena de valor tiendan a ser reflejo de las condiciones del mercado. Lógicamente, deben existir senderos adecuados que eviten modificaciones de gran magnitud ante variaciones bruscas que alteran los precios. En el largo plazo, los subsidios utilizados para compensar condiciones socio económicas de los consumidores, deben ser acompañados de señales de precios previsibles para el sector. En ese marco, es también importante concientizar sobre el uso racional de la energía.

Otro eje relevante es el potencial de Argentina como exportador de gas natural licuado y la importancia de adecuada legislación para este desarrollo. Un estudio reciente elaborado por la Fundación Pensar e IDEA plantea las políticas y la legislación necesaria para el desarrollo del GNL en nuestro país, planteando la oportunidad de realizar exportaciones anuales por 27.000 millones de dólares hasta el 2030.

La articulación entre el Estado Nacional, el sector privado y las fuerzas del trabajo resulta clave para el desarrollo de un sector que debe seguir ganando competitividad y realizar inversiones muy importantes en todas las etapas de la cadena energética. Es un momento propicio para potenciar una visión de largo plazo que compatibilice la articulación pública – privada, la rentabilidad, la generación de empleo directo e indirecto, el crecimiento de la industria nacional y la sustentabilidad ambiental.

Argentina tiene una oportunidad de crecer significativamente con una industria que aporte valor agregado, divisas e inclusión federal y social.